El accidente cerebrovascular (ACV), a menudo referido como "ataque cerebral", es una condición médica grave que ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro se interrumpe. Si esta interrupción dura más de unos pocos segundos, las células cerebrales pueden morir debido a la falta de oxígeno y nutrientes esenciales, lo que puede causar daño permanente. Los ACV pueden ser isquémicos, causados por la obstrucción de un vaso sanguíneo, o hemorrágicos, causados por la ruptura de un vaso sanguíneo.
Dentro de los ACV isquémicos, aquellos que afectan el tronco del encéfalo, particularmente el bulbo raquídeo, presentan características clínicas y fisiopatológicas específicas. El bulbo raquídeo es una estructura vital que controla funciones esenciales como la respiración, la frecuencia cardíaca y la deglución. Un infarto en esta área, a menudo asociado con el Síndrome de Wallenberg, puede tener consecuencias neurológicas significativas.
Un accidente cerebrovascular isquémico ocurre cuando una arteria que suministra sangre al cerebro se bloquea, reduciendo drásticamente o interrumpiendo el flujo sanguíneo. Esta falta de irrigación priva a las células cerebrales de oxígeno y nutrientes vitales, lo que puede llevar a su muerte en cuestión de minutos. Los ACV isquémicos representan la mayoría de los casos de accidentes cerebrovasculares.
Existen dos tipos principales de ACV isquémico:
Este tipo ocurre cuando se forma un coágulo de sangre (trombo) en una arteria cerebral, a menudo en un área ya estrechada por la aterosclerosis (acumulación de placa grasa). El trombo bloquea el flujo sanguíneo en ese punto.
En este caso, un coágulo de sangre o un fragmento de placa se forma en otra parte del cuerpo, comúnmente en el corazón o en las arterias carótidas del cuello, y viaja a través del torrente sanguíneo hasta el cerebro. Allí, el émbolo se aloja en una arteria más pequeña, bloqueando el flujo sanguíneo.
El bulbo raquídeo, también conocido como médula oblongada, es la parte más inferior del tronco del encéfalo, conectando el puente troncoencefálico con la médula espinal. Desempeña un papel crucial en la regulación de funciones autónomas esenciales como la respiración, la frecuencia cardíaca y la presión arterial. También contiene núcleos nerviosos importantes para funciones como la deglución, el habla y el control del equilibrio.
La irrigación sanguínea del bulbo raquídeo proviene principalmente de ramas del sistema vertebrobasilar. La arteria cerebelosa posteroinferior (PICA), rama de la arteria vertebral, es una de las principales fuentes de suministro de sangre a la región lateral del bulbo raquídeo. La oclusión de esta arteria o de sus ramas puede resultar en un infarto en esta área.
Ilustración de las arterias que irrigan el tronco encefálico, incluyendo la arteria cerebelosa posteroinferior (PICA).
El sistema vertebrobasilar se forma por la unión de las dos arterias vertebrales en la base del cráneo, que luego forman la arteria basilar. De estas arterias principales y sus ramas se irrigan el tronco del encéfalo, el cerebelo y la parte posterior del cerebro.
Las arterias vertebrales ascienden por el cuello a través de las apófisis transversas de las vértebras cervicales antes de entrar al cráneo. Son susceptibles a disecciones, especialmente después de movimientos bruscos del cuello o traumatismos.
La PICA es una rama de la arteria vertebral y es la arteria más comúnmente implicada en los infartos del bulbo raquídeo lateral. Su recorrido puede ser variable, y en algunos casos, presenta un trayecto extracraneal que puede aumentar su vulnerabilidad a daños mecánicos.
La fisiopatología del ACV isquémico bulbar sigue los principios generales de la isquemia cerebral, pero con un impacto localizado en las estructuras críticas del bulbo raquídeo. Cuando el flujo sanguíneo se interrumpe en la PICA o en una rama de la arteria vertebral que irriga el bulbo, se desencadena una cascada de eventos a nivel celular y bioquímico.
La privación de oxígeno y glucosa lleva a una falla en la producción de ATP, la principal fuente de energía celular. Esta deficiencia energética altera las bombas iónicas esenciales para mantener el equilibrio electrolítico neuronal. Como resultado, se produce una acumulación de sodio y calcio intracelular, lo que lleva a edema celular y la liberación de neurotransmisores excitatorios como el glutamato.
La sobreestimulación de los receptores de glutamato, particularmente los receptores NMDA, permite una entrada masiva de calcio a la célula. Este exceso de calcio activa enzimas que degradan proteínas y lípidos, generando radicales libres y estrés oxidativo. Estos procesos conducen a la disfunción mitocondrial y, finalmente, a la muerte celular por apoptosis (muerte celular programada) y necrosis (muerte celular no controlada).
Representación esquemática de la cascada isquémica en el cerebro.
La extensión y severidad del daño neuronal en el bulbo dependen de varios factores, incluyendo la arteria ocluida, la presencia de circulación colateral y la duración de la isquemia. La región lateral del bulbo raquídeo es particularmente vulnerable debido a la irrigación de la PICA.
Las causas de la oclusión arterial que conducen a un infarto bulbar pueden ser diversas:
La acumulación de placas de ateroma en las arterias vertebrales o la arteria basilar puede estrechar el lumen del vaso y eventualmente ocluirlo, o servir como fuente de émbolos que viajan a las arterias más pequeñas del bulbo.
Coágulos formados en el corazón debido a condiciones como la fibrilación auricular pueden desprenderse y viajar hasta las arterias cerebrales posteriores, incluyendo la PICA.
Una disección es un desgarro en la capa interna de la arteria, lo que permite que la sangre se acumule en la pared del vaso y forme un coágulo que puede ocluir la arteria o dar lugar a émbolos. Las disecciones de las arterias vertebrales son una causa importante de ACV bulbar, especialmente en individuos jóvenes y a menudo asociadas con traumatismos cervicales, incluso leves.
Aunque menos comunes en el bulbo lateral típico, los infartos lacunares, causados por la oclusión de pequeñas arterias perforantes, pueden ocurrir en otras áreas del bulbo y el tronco del encéfalo.
El Síndrome de Wallenberg, o infarto bulbar lateral, es la presentación clínica más característica de un infarto en la región lateral del bulbo raquídeo, típicamente causado por la oclusión de la PICA o de una rama de la arteria vertebral. La constelación de síntomas se debe a la afectación de varios núcleos y tractos nerviosos que pasan por esta área.
Representación de las áreas afectadas en un infarto bulbar lateral.
Los síntomas pueden incluir:
La variabilidad en la presentación clínica depende de la extensión exacta del infarto y las estructuras nerviosas involucradas.
Numerosos factores de riesgo contribuyen al desarrollo de ACV isquémicos, incluyendo aquellos que afectan el bulbo raquídeo. Estos factores pueden ser modificables o no modificables.
Estos factores pueden ser controlados o tratados para reducir el riesgo de ACV:
Estos factores no pueden ser cambiados:
La prevención del ACV isquémico, incluido el bulbar, se centra en el control de los factores de riesgo modificables a través de cambios en el estilo de vida y, si es necesario, medicación. Esto incluye mantener una presión arterial saludable, controlar la diabetes y el colesterol, dejar de fumar, mantener un peso saludable, hacer ejercicio regularmente y limitar el consumo de alcohol.
El diagnóstico de un ACV isquémico bulbar se basa en la evaluación clínica de los síntomas neurológicos y pruebas de imagen cerebral.
Resonancia magnética que muestra una lesión isquémica en la región lateral del bulbo raquídeo.
El tratamiento agudo del ACV isquémico bulbar, al igual que otros ACV isquémicos, se centra en restablecer el flujo sanguíneo lo antes posible para minimizar el daño cerebral. Esto a menudo implica:
Además del tratamiento agudo, el manejo a largo plazo incluye:
El pronóstico después de un ACV isquémico bulbar varía dependiendo del tamaño y la ubicación exacta del infarto, la rapidez del tratamiento y la salud general del paciente. Debido a la importancia de las estructuras en el bulbo, incluso infartos pequeños pueden tener manifestaciones neurológicas significativas.
Algunos pacientes pueden experimentar una recuperación parcial o casi completa con rehabilitación, mientras que otros pueden quedar con déficits neurológicos permanentes, como dificultad persistente para tragar, problemas de equilibrio o pérdida sensorial. En casos severos, los infartos bulbares pueden ser potencialmente mortales si afectan centros vitales como los de la respiración y la frecuencia cardíaca.
La identificación temprana de los síntomas del ACV (como debilidad facial, dificultad para levantar un brazo o problemas para hablar) y la búsqueda inmediata de atención médica son cruciales para mejorar el pronóstico.
Los síntomas pueden incluir vértigo, náuseas, dificultad para tragar y hablar, ronquera, pérdida de sensibilidad en la cara y el cuerpo (en lados opuestos), ataxia, síndrome de Horner y nistagmo. La presentación exacta depende de la extensión del infarto.
La oclusión de la arteria cerebelosa posteroinferior (PICA) o de una rama de la arteria vertebral son las causas más comunes. Esto puede deberse a aterosclerosis, embolismo o disección arterial.
Sí, controlando los factores de riesgo modificables como la presión arterial alta, la diabetes, el colesterol alto, el tabaquismo y la obesidad. En casos de riesgo de embolismo, se pueden usar anticoagulantes.
El tratamiento agudo puede incluir trombolisis o trombectomía mecánica para restaurar el flujo sanguíneo. El manejo a largo plazo implica el control de los factores de riesgo y la rehabilitación.
Es la presentación clínica clásica de un infarto en la región lateral del bulbo raquídeo, caracterizada por una combinación específica de síntomas neurológicos debido a la afectación de varias estructuras en esa área.